martes, 19 de junio de 2012

"La sombra del ciprés es alargada" -Miguel Delibes:

-"Descendimos luego alegremente siguiendo la pendiente del Rastro, atraídos ya por el cauce del Adaja. Los vencejos volaban a miles, chirriantes y negros, por encima de nuestras cabezas. En su vuelo, vertiginoso e irreflexivo, se lanzaban contra las almenas de la muralla para salir después despedidos en dirección contraria como pelotas rebotadas en un frontón, Al final de la muralla, descolgándonos por las rampas de la izquierda, llegábamos a las márgenes del Adaja. El río venía decrecido por la fuerza del estío."

Después de dos libros de Punset...Tocaba algo completamente diferente...Redescubriendo los clásicos...Con un vocabulario y descripciones exquisitas...


“Ya en la rivera del río se intensificaba la diversión. (Hay algo en el agua y el fuego que atrae singularmente la atención de los niños.) El mero hecho de contemplar cómo el volumen del agua se deslizaba entre las dos orillas ya suponía para nosotros algo tentador y digno de admirarse. Fany, a nuestro lado, ladraba al agua, a las ranas que se zambullían estrepitosas en las charcas que la retirada de las aguas había dejado aisladas, a las hojas de los árboles que arrastraba la corriente… Fany, en esos instantes, agradecía el privilegio de vivir. Parecía estar empapada de la dificultad que encierra la aparición de un ser vivo sobre el mundo.”
“De entonces acá me quedaba la huella de uno cuantos días, muy pocos, que destacaban sobre la uniformidad de los demás con características peculiares. Opiné, para mis adentros, que si la vida normal se componía de otras sesenta unidades como ésta, tenían mucha razón los que afirmaban que la existencia era un soplo, el transcurso fugaz de un instante, una realidad que sólo daba tiempo para meditar que, aun pareciéndonos mentira, ya habíamos vivido la vida que nos correspondía.”

-“Para el hombre de fe la dicha no es de este mundo. Se acomoda a los malos medios ante la esperanza de un buen fin. Y quizás esta esperanza le facilite mayor motivo de dicha que la que puede obtener aquel que busca, sin saciarse, hasta la última gota de placer. No; la realidad de la vida terrena no es para el creyente, pero tampoco para el vicioso. Para aquél la vida es una esperanza y un hastío para éste. La vida terrena es del hombre neutro: de quien no ha puesto la base de su felicidad en nada caduco, finito, limitado, aunque tampoco en una vida ulterior; altura, consistencia ni raíz…”
…-“Este sería el ideal del cuerpo, el ideal del hombre si todo fuese materia. Mas habiendo detrás un alma, merced a la cual el cuerpo alienta, supone una aberración vivir sólo para el mundo.”

“Por mi parte yo no podía dormirme. Para mí el accidente de Fany no había sido un hecho aislado de los demás acontecimientos del día. Constituía un eslabón más en la sórdida cadena de causas y efectos que se me había manifestado por primera vez aquella tarde; la consecuencia externa del claro razonamiento de mi maestro. Entre las palabras de éste y el percance del puente había más de causalidad que de casualidad; más de relación que de azar. Adivinaba, detrás de todo ello, la mano de Dios mostrándome por señas lo que la vida era y lo que de ella cabía esperar.”

“Todo está preestablecido, sometido a leyes fatales o voluntarias, pero que por sí hablan ya de una coordinación y un nexo al menos relativos. Deseé imaginarme a un hombre autónomo, independiente de otros hombres y de las cosas en un grado absoluto. Voló mi imaginación a un peñasco solitario del mar mayor del universo.” -(La mía vuela hacia el Principito, solo en un planeta chiquitín inmerso en el mar del universo)- “Allí situé a mi hombre imaginario. Le di por oficio el de torrero del faro. Al momento se me impuso de nuevo, implacable, la fuerza de la realidad…. Sobre esto el torrero había de atender a sus necesidades ineludibles: comer, vestir, cultivar su espíritu. Ya estaba mi hombre encadenado; sujeto a la ráfaga interminable de la dependencia, de la conexión, de la fatal coordinación a otros hombres y a otras cosas. El hombre absolutamente aislado era inconcebible.”  


“Experimenté una extraña reacción al sentir el tintineo del anillo al chocar contra los restos del fondo. Ahora ya estaban eslabonados, atados, mis afectos; las dos corrientes que vitalizaran mi espíritu habían alcanzado su punto de confluencia.

Cuando una hora más tarde abandonaba el cementerio me invadió una sensación desusada de relajada placidez. Se me hacía que ya había encontrado la razón suprema de mi pervivencia en el mundo. Ya no me encontraba solo. Detrás dejaba a buen recaudo mis afectos. Por delante se abría un día transparente, y la muralla de Ávila se recortaba, dentada y sobria, sobre el azul del firmamento.”